PLUMAS AL SOL. Dos autores, cada autor continua donde el otro lo deja hasta conformar una historia que arranca sin un guión preestablecido. La canción que encontrarás al final de cada relato, lo complementa. cuatro capítulos y dos finales, uno escrito por cada uno de los autores.
Primer relato: CAMINAR: Autora, Marisa Garrido.

No te esperaba. Acompañé tus bromas con mis risas. Todas me provocaban un efecto juguetón que no podía controlar. Tu voz sonaba grande en la oscuridad.
Y nos marchamos.
No pensé volver a verte. Entrelazamos besos y despedidas con amigos. No imaginaba que revoloteabas en mis pensamientos hasta que recibí tus letras días después. Deseé abofetearte. Tan osado. Tan descortés. No sabía apenas quien eras. Habías aparecido en la oscuridad sin permiso. Me habías escrito sin mi consentimiento. Y te lo dí para estar en mi vida. Nos lo dimos los dos.
Las letras corrieron y se hicieron dueñas de nuestro corazón. Escribían rápido nuestra historia. Hablaban de risas, sueños, retazos, abrazos, besos. De vida y de amor.
Mis días aparecían anhelando tu presencia. Mi osadía era la tuya. Nos desnudamos entre letras y realidad.
Un desnudo que habíamos imaginado, inundando en gemidos y amor. Un encuentro lento, lleno de mimos, donde nos contamos besos y un caminar.
Viajamos lejos, todo lo más apartado de nuestras vidas que supimos. Nos dedicamos a sonreír, a respirar y a imaginar eternos instantes juntos. Escalamos montañas, nos empapamos con la lluvia, nos fundimos con el verde de los campos, arrugamos sábanas en las noches y cada día asomaba envuelto en besos y caricias.
Besos y caricias que hicieron que robase estrellas.
Estrellas que guardaba en mis noches, suspiros y vida. Se me había antojado cobijarlas en mi corazón y deseaba que llegase el día en que nuestras letras y deseos cobraran vida para poder entregártelas.
Pero la vida que nos unió, se encaprichó en separarnos. Ya no había letras suficientes. Los sueños se borraron. Los momentos quedaron en sombras y nuestro caminar, en pasos. Mi razón ansiaba expulsar a las estrellas, guardarlas en una caja y devolverlas a su lugar. Pero mi corazón se obstinó en retenerlas. No supe combatir con él.
Los días me hicieron caminar sin ti, iluminando con recuerdos cada paso que escribimos.
Aún guardo tus estrellas.
Tal vez la vida vuelva a ser caprichosa y me conceda algún día entregártelas.
Mari Trini. Una Estrella en Mi Jardín
Segundo relato: PANAMA CONECCTION. Autora Matilde Párraga
Fotografía: Luis Rodriguez Humanes
Sabía que la tecla intro estaba vetada para aquel destino. Aún así no pudo resistir la tentación de escribir esas letras y acariciar con su dedo el maldito botón, sin llegar a pulsarlo. Aquel gesto calmaba su ansiedad por seguir teniendo contacto con ella.
Conscientemente inocente, incoscientemente culpable de aquella situación. La había conocido en aquél viaje relámpago para ver fugazmente a los suyos, camuflado de amigo entre su familia consanguínea, oculto bajo un nombre y una identidad falsa y, así debía de permanecer cara a ella.
Ingreso muy joven en La Organización, un cuerpo internacional de espionaje, huyendo de una experiencia que le atormentaba. Para él, en ese momento la vida no tenía valor y la adrenalina que generaba el riesgo a perderla era lo único que le aferraba a ella. El precio de no intimar nunca con nadie, de no tener identidad real, para él fue el mejor de los regalos. Por eso, construir una realidad ficticia paralela a la suya a través de encuentros fugaces, conquistar aquellas chicas atrapándolas en su mundo de mentiras, mentiras donde su vida se transformara en normal, le rescataba de su verdadera existencia. Siempre había sabido cuando parar el juego... Incluso le reportaba placer romper con ellas. Una doble vida donde él era amo, señor y creador "de la realidad", su realidad. Destrozarles el corazón, desaparecer sin un adiós y salir invicto frente a ellas lo llevaba a un plano superior. "Escapar antes de ser capturado" una de las primeras cosas que se aprendía de la mano de La Organización. Pero esta vez había subestimado el poder de su victima.
La dulzura de aquella mujer alumbrada por su alegre mirada junto con un halo de inocencia tan distante de su enrevesado mundo, se le antojaron inofensivos. No se percató de que detrás de ellos se ocultaba una mente aguda y curiosa que escarbó en su interior como lo haría un niño travieso que enreda en el mecanismo de un juguete. Sin darse cuenta, había bajado la guardia y ahora frente a ella, sólo le quedaba su vulnerable alma desnuda y un férreo deseo de mantenerla a su lado, de hacer reales todas esas fantasías, ella le había quitado la piel seduciéndole con el placer de ser aceptado y comprendido en su plena desnudez.
La dulzura de aquella mujer alumbrada por su alegre mirada junto con un halo de inocencia tan distante de su enrevesado mundo, se le antojaron inofensivos. No se percató de que detrás de ellos se ocultaba una mente aguda y curiosa que escarbó en su interior como lo haría un niño travieso que enreda en el mecanismo de un juguete. Sin darse cuenta, había bajado la guardia y ahora frente a ella, sólo le quedaba su vulnerable alma desnuda y un férreo deseo de mantenerla a su lado, de hacer reales todas esas fantasías, ella le había quitado la piel seduciéndole con el placer de ser aceptado y comprendido en su plena desnudez.
El sabía como engañar a La Organización para que no interceptaran los mensajes personales, pero cometió un error. Llevado por el romanticismo, mandó una carta física, una carta de las de antes. Quería que ella leyese sus letras en su letra, que acariciase con sus manos lo que él había acariciado con su pluma y su corazón, que respirase en el papel el olor de su piel. La organización interceptó aquel correo, que si bien llego a su destino, lo sentencio.
Acudió puntual a la reunión. Permaneció callado, escuchando una conversación llena de sutiles dobles mensajes. Sabía que se había librado de ser eliminado por ser su primer desliz y por ser uno de los "Diez Nombrados". Confió en tu cordura, le había dicho Albert, sabes lo valioso que eres para nosotros, ademas me consta que a ella la aprecias de verdad. Conoces las normas. Al terminar le entregó un sobre. Una nueva misión le esperaba. Abrió el sobre mientras viajaba en el ascensor, dentro de él, un billete de avión, no había tiempo que perder.
Salió a la calle en busca de un taxi que le llevase al aeropuerto. Un fino charco a modo de río coronado por un ramillete de hojas secas recorría el borde de la acera. Un camino sobre el que navegaba la sencillez de lo cotidiano, de las vidas normales, de la rutina cíclica de las estaciones. Reflejadas en él, las torres y la ventana de la oficina donde acababa de estar emblemas del poder del hombre. Por primera vez en muchos años una lagrima rodó por su mejilla, sólo una; recorrió su rostro hasta caer en aquel charco, dibujando las ondas del dolor que le atrapaba saber que la había perdido. El recuerdo de su hermano, como una daga taladró su ser, las últimas lágrimas que se había prometido derramar por nada ni por nadie. Aquella lágrima enlazó pasado con presente.
El avión aterrizó. Allí le esperaba Laura... Laura trabajaba para Aperthon, cuando fue descubierta por La Organización. Trasladada a América Latina con una nueva identidad, su belleza y capacidad de seducción la convertían en uno de los agentes clave para este tipo de misiones. La organización la había bautizado con el nombre de Julieta. Las instrucciones de ella eran claras para con él, conseguir que se olvidase de su amante; si no lo conseguía, eliminarle...
Autor Matilde Párraga, todos los derechos reservados
PANAMA CONECCTION: Miguel Bosé
Tercer relato: TAL VEZ. Autora: Marisa Garrido.
Fotografía Marisa Garrido.
Julieta estaba preparada para la llegada de Roberto. Tan solo había ensayado unos minutos el modo en que debía recibirlo. Un saludo discreto, rápido y distante, aderezado con una débil sonrisa. Le pareció más atractivo que en las fotos. Tenía las facciones duras y unos ojos verdes oscuros que le proporcionaban una imagen de seductor y “chico malo”. Pero ella sabía que más adentro se ocultaba alguien tímido y frágil. Muy lejos de la imagen que ofrecía y debía cumplir en su trabajo. Sabía todo de él. Desde su grupo de música favorito hasta su postura de dormir preferida. Había investigado cada paso de su vida, sus anteriores misiones y su perfil psicológico. Podría decirse que le conocía mejor que él mismo. Roberto la saludó con un cordial apretón de manos y esperó a que ella le diese órdenes. Se montaron en un coche y se dirigieron al hotel donde ambos debían instalarse. No hablaron durante el trayecto. Julieta le entregó delicadamente un sobre. Él lo recogió con la misma sutileza acogiéndolo en el bolsillo de su americana.
Le cautivó el paseo hasta el hotel. Era un hombre de mundo. Había viajado por toda Europa, tocado algo de Asia y América del Norte. Pero nunca había caminado por esa parte del continente Americano. No podía evitar sorprenderse por sus inmensos edificios. No importaba si eran más minúsculos de los de Nueva York o Manhattan, era su aspecto, su aroma. Panamá le impresionó. Supo antes de llegar al hotel que algo inmenso le esperaba en esta misión.
Se instaló rápido en la habitación. Era enorme. Podían no escuchar su respiración. Guardar las formas era primordial. El, al aseo y ella, en la sala. Rápido, muy rápido. Tenían que concretar. Debía darle órdenes. El, vestirse con elegancia, buen perfume, algo despeinado y mucha porte. Ella, apostar por un vestido negro, demarcando sus curvas, escasos complementos, solo un colgante con una figura de media luna adornando su cuello, maquillaje suave, tacones imposibles y seducción…
El restaurante destilaba olor a dinero, a glamour provocado, a apariencias, a vacío… Roberto y Julieta aparecieron de la mano. Ocuparon la mesa que habían reservado. Unas copas antes, mientras elegían despacio los delicatesen que iban a degustar. Sonrisas entre los dos, besos entrelazados y miradas a la mesa de al lado.
Las copas y platos se entremezclaban con papeles, móviles y dispositivos varios. Julieta dejaba escapar sutilmente su mirada hacia ellos. Sonreía con cada degustación del vino que les había ofrecido. Sabía cómo hacerlo. Cogía la mano de Roberto y miraba a la mesa de al lado. Ellos la miraban. Ella provocaba. Dejó el contacto con él y suavemente centró su objetivo en uno de los comensales. Sus ojos fueron los suyos. Olvidó su plato y dejó de pestañear. Solo la miraba a ella. Intentaba disimular. Pero ella acentuaba más sus artes. Se inclinó acicalándose el vestido, dejando ver su escote. El olvidó la mesa y los comensales. Solo estaba ella.
Roberto se levantó. Gritó hacia él. Todos se levantaron. Julieta clamó paz. Todo el restaurante se revolvió. Los camareros acudieron, el maître… Todos concurrieron en el revuelo. Se engancharon en una disputa en la que Julieta salió cual fantasma.
Tenían informes fotografiados, fotos comprometidas, lo tenían todo por ese día. Solo les quedaba descansar hasta el próximo. No era fácil enredar e implicar a una gran familia.
Una familia grande en Panamá. Un difícil encargo que Roberto tenía que realizar con un sobresaliente, y que con la ayuda de su compañera estaba seguro sacar más que eso. Necesitaba Matrícula de Honor. Era consciente de que la información que habían recaudado ese día no era más que el principio de su misión, pero deseaba sin ponerse tiempo, volver a su vida.
Volvieron juntos al hotel… No podía dejar de pensar en ella, en Marian. No sabía cómo estaría después de la última vez. Abandonada sin el amor que ella merecía. Se sentía suyo, la sentía de él. Pero ahora el olor de Julieta le producía una sensación extraña...
Respetaron su lugar, en la cama, en el aseo, en la noche…
Una noche que Roberto quiso saborear en sueños con Marian, un cielo que habían imaginado los dos.
Unos golpes en la puerta de la habitación. Estruendos que hicieron que ambos cogiesen sus armas y saltasen de la cama para seguir viviendo…
©Marisa Garrido
La Unión: más y más
Cuarto relato: SIN MIEDO. Autora Matilde Párraga
Fotografía: Alba de la Cruz.
-¡Perdón, parejita, nos hemos confundido !!! ¡Vamonos René!!! ¡¡Estamos estorbando!! y tirando del hombre se encaminaron por el pasillo.
Julieta miró de soslayo a Roberto, conocía Marian por fotografías. Aquél incidente facilitaba mucho las cosas para qué Roberto saliese de esa “nube de amor.”
Roberto se recostó en la cama, pálido, dudando incluso si aún se encontraba buceando dentro de su sueño, tenía ganas de vomitar, no sabía hasta que punto Julieta conocía su historia con Marian así que prefirió guardar silencio. Silencio que ella respetó.
Un bombardeo de preguntas sin respuesta agitaba su cabeza, Marian en ningún momento había mostrado ningún síntoma de conocerle, ni un diminuto gesto, nada...
Ya amaneciendo, el jaleo en el pasillo le sobresaltó de nuevo.
-Espera, salgo yo, le dijo a Julieta.
El pasillo se encontraba repleto de policía. Pudo ver, como uno de los inspectores se llevaba a Marian,
-Lo siento señorita, tengo que interrogarla, serán solo unas preguntas.
Rene yacía en la bañera, con un tiro en la cabeza, tan frío ya como el agua en la que se encontraba sumergido.
-Lo siento señorita, tengo que interrogarla, serán solo unas preguntas.
Rene yacía en la bañera, con un tiro en la cabeza, tan frío ya como el agua en la que se encontraba sumergido.
La policía le hizo entrar de nuevo en la habitación, no quería levantar sospechas así que obedeció. Julieta le paso una nota. Tenemos el día libre, B17, ya tiene el informe de la pasada noche. Vamos a disfrutar de la ciudad.
Alquilaron un descapotable que decidió conducir ella. La humedad salada del ambiente según se acercaban a la costa, se impregnaba en su piel y apelmazaba ligeramente la textura de sus ropas. Un abanico de olores entremezclados con el de la brisa marina invitaba a rastrear los rincones de la ciudad y entre ellos, el suave perfume floral de ella, que el viento esparcía llenando de caricias el oxigeno que Roberto respiraba. El aire levantó ligeramente la vaporosa falda de Julieta que rozó la piel de Roberto, un leve escalofrío recorrió el cerebro del hombre, que inevitablemente dirigió su mirada a la torneada silueta de la chica. Una tenue sonrisa se dibujó en el rostro de ella. Aquel hombre le resultaba tremendamente atractivo. La playa, hizo que los dos se olvidasen por unas horas de todo, dejándose arrastrar por el encanto del momento. El recuerdo de Marian escoltada por el inspector se transformaba en una lanza que punzaba el corazón y la cabeza de Roberto, nublando por instantes la sensual luz de aquel relajado día.
Regresaron al hotel, entre carcajadas. Julieta iba ligeramente adelantada con las llaves de la habitación. Roberto colocó con suavidad las manos sobre su cintura. Abrió la puerta, en la penumbra del cuarto una figura se giró bruscamente dirigiendo el arma hacia Julieta. Roberto reaccionó con demasiada rapidez descargando tres tiros sobre ella, que cayó fulminada. Tirada en el suelo, ya sin vida, Marian apretaba entre su mano dos objetos, un collar de Perlas ensangrentado y un viejo papel. En él, una poesía y la hoja seca de una flor escondida entre sus pliegues.
Sin Miedo
Día de lucha feroz
frente al tiempo ahogado
en la muda voz
de las batallas perdidas
de los renaceres sembrados.
Con las fuerzas relegadas
a la duda alada
qué planea apagando
la gloria conquistada,
acelerando el destino
a un final sin camino.
Roberto se retiró horrorizado, abatido, deshecho. Cómo había podido ser tan torpe. Sentía que la cabeza le iba a reventar bajo la presión de aquella escena. Julieta le rodeó con su brazo mientras llamaba a Albert para que hiciese desaparecer el cuerpo de Marian. Tenemos un problema. Código 25...
Autor: Matilde Párraga. Todos los derechos reservados.
AlasKa y Dinarama. Perlas ensangrentadas.
Quinto Relato: DOS FINALES Y UNA HISTORIA, tu eliges!!
POR SIEMPRE, Autora Marisa Garrido
SIN MIRAR ATRAS, Autora Matilde Párraga
POR SIEMPRE
Fotografía: Marisa Garrido
¡No! Aquello no podía haber ocurrido. Se agachó abatido al suelo abrazando el cuerpo de Marian. No podía haberlo hecho él. Ansiaba llorar, lo necesitaba, pero el lugar le estancaba. Sabía que debía guardar formas. Que tan solo el acto de haberse acercado a Marian podía costarle la vida. Tenía que hacerlo. Tenía que sentir su aliento aun inerte. Mirar su rostro. Abrazarla. Recuperar en segundos una historia que le había elevado a los máximos grados de pasión. Y de amor.
No podía pensar. Sólo se dejaba llevar por sus sentimientos. Momentos. Minutos. Segundos. Una lucha que tenía perdida.
Escuchó una voz- Debe apartarse.
El miró con ojos llorosos, llenos de incertidumbre.
Se apartó de Marian.
Ya lo había hecho tiempo atrás. Un ordenador, unas palabras en él. Un adiós.
Estaba muerta. Él, era el culpable. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué había acabado con su vida?
Salió del lugar inerte. Sin respirar.
Julieta se acercó a él.-Sé que la amabas.
Roberto no miró, no escuchó.
Albert corrió para hacer desaparecer el cuerpo de Marian. Nada mejor que la noche para hacerlo…Julieta recogió el collar, la hoja seca y el papel minuciosamente doblado. Debía entregárselo a su superior. Sólo él podía descifrar el significado de aquellas pruebas. Metió delicadamente el collar y la hoja seca en la bolsa. No pudo evitar la tentación de desdoblar aquel papel…Las letras de Marian le hicieron estremecer…
Quise que el sol cegara mi amor,
Quise que el mar ahogara mi pasión,
Quise que el viento arrastrara esta obsesión…
Le alcanzo en sueños, le toco, le beso,
Y después se va lejos cuando despierto
Le veo y con mis ojos acaricio los suyos,
Le hablo y mi voz le susurra sin que me escuche.
Los días me traen su recuerdo,
Mis labios ansían sus besos y mi cuerpo grita por sus abrazos,
Y la parte de mí que es suya, se asfixia por no tenerlo.
Pero él no es mío, ni yo soy suya,
Y si pasa el tiempo, no entiendo.
Por qué ni el mar, ni el sol, ni el viento, me liberan de este amor, que amarga tan dulcemente a mi corazón.
No imaginaba que Marian sintiese tanto por él. Ese no era el propósito de aparecer en su vida. La organización no la había contratado para que se enamorara. Solo debía hurgar en los asuntos del hermano de Roberto. Nunca debió amarle. El tampoco. El amor la había llevado a la muerte.
Julieta dobló el papel y lo metió en la bolsa. Cogió su coche y siguió al de Roberto. Su trabajo continuaba.
Todo era silencio cuando salió del coche. Tan sólo el pequeño rugir del mar rompía el momento. Tenía que alejarse del mundo solo un segundo. Un segundo para borrar a Marian de su vida. Olvidar que había sido él quien se la había arrebatado y continuar caminando en la suya. Julieta le siguió con sigilo. Roberto se sentó frente al mar. Su respiración y el vaivén lento del agua. Se acercó despacio. Sacó el arma y le apuntó a la nuca. No podía respirar. No podía hacer ruido alguno. Tenía que acabar rápido con su trabajo.
Roberto se dio la vuelta. No articuló palabra. Julieta empuñaba el arma. El no se movió.
Un disparo fugaz. Una gran recompensa por su labor.
Y unas lágrimas que recorrieron su rostro…
©Marisa Garrido
Nuevas Direcciones: Nek
FINAL ALTERNATIVO, SIN MIRAR ATRÁS. Autora Matilde Párraga
La respuesta de Albert no se hizo esperar. Julieta y Roberto debían de abandonar el hotel y regresar a Madrid. La misión estaba terminada. Los restos de sangre seca que salpicaban el collar que Marian sostenía en su inerte mano, implicaban directamente al cabeza de aquella poderosa familia Panameña; dueños de una fortuna labrada al margen de la ley, la extorsión y el asesinato, entre otros muchos delitos eran moneda de cambio diaria.
A Marian la inculparían de la muerte de René. El asesinato de Marian quedaría de cara a las autoridades como un ajuste de cuentas. Rene, cabeza de una familia rival, había conseguido robar el collar y lo estaba utilizando para chantajearlos.
El vuelo de regreso fue una tortura para los dos. Roberto, ausente, con la mirada perdida en la ventanilla del avión, sólo cruzó las palabras imprescindibles con ella. En realidad hubiese preferido viajar sin su compañía. ¿Quién era en realidad Marian? ¿ Qué hacía exactamente allí? ¿Porqué se cruzó en su camino? Quería respuestas.
Un mercedes negro esperaba en aeropuerto, el contacto le dio las llaves a Julieta para que dejase a Roberto en casa. Arrancaron en silencio, era una noche cerrada, sin estrellas ni luna que diesen un poco de luz. Roberto empezó a sentir que le faltaba el aire dentro de un habitáculo que parecía reducirse por segundos. Su corazón comenzó a latir con fuerza, sintió deseos de abrir la puerta y saltar.
- ¡Para por favor! le rogó a Julieta.
La chica arrimó el coche a la cuneta. Roberto salió disparado intentado respirar, llevaba tatuada en su retina la mirada vacía de Marian, su cuerpo quebrado sobre la moqueta. Una y otra vez la escena se repetía en su cabeza y en cada latir de ese recuerdo, su mundo reventaba en mil pedazos como revienta una bola de cristal. Mil cristales que se esparcían en el camino que a partir de ahora trazaba su recorrido en la vida, mil cristales para sus pies desnudos. Rompió a llorar, en un llanto ahogado, mientras apretaba en su mano la poesía, el único recuerdo material de Marian. Julieta le abrazó con fuerza, besó sus lágrimas, entrelazó los labios con los de él. Roberto la apartó, se sentía despreciable. El beso de ella multiplicaba esa sensación.
Llegó a casa. Encendió el ordenador, buscó la carta que nunca llegó a mandarle a Marian, pulso Enter. Tardó sólo unos segundos en recibir respuesta ...
- Hola Roberto...
-¿Marian? ¿eres tú?
Marian activo la cámara y la dulzura de su sonrisa iluminó la pantalla. Roberto se retiro instintivamente mientras se adueñaba de él una mezcla de esperanza y miedo. Miedo a que se apagara el monitor y ella desapareciese para siempre. Miedo a descubrir la verdadera identidad de Marian .
-¿Puedo ir a verte?, le dijo ella, tengo demasiadas cosas que aclararte.
Apostado uno a cada lado de Marian se encontraban Albert y Julieta, que acercaron sus caras para saludar a Roberto.
Misión cumplida, pequeña Marian eres libre de emprender una nueva vida con Roberto. Perdemos a dos de nuestros mejores agentes ¿verdad Julieta?
Julieta sentía celos de Marian. Alber le colocó el abrigo sobre los hombros, al hacerlo besó su cuello.
-Vamos amor aquí ya no pintamos nada.
De camino hacia la casa de Roberto, Marian fue imaginando su encuentro, seleccionando lo que quería contarle, hablarle de su pasado, como conoció a su hermano ... cerró los ojos recordando aquella fiesta. Contaba apenas dieciocho años cuando le presentaron a Samuel; le habían advertido de lo poco sociable que era y aquellas advertencias no carecían de fundamento. Samuel decoro su primer hola con la poca agraciada frase “chica sin tetas” Marian clavó su mirada en Samuel dispuesta a girarse sin molestarse siquiera a responder, fue entonces cuando descubrió en el fondo de aquellas pupilas negras el miedo al rechazo, a la critica, a la burla...
-Morir matando antes que morir solo... Marian sintió lastima. Giró su cabeza hacia el espejo de la columna y ajusto su Jersey a su torso ciñendo todo su contorno.
-Pues... ship... es verdad, no tengo muchas tetas... pero... ¿eso es importante?
Le dio así una segunda oportunidad. El chico le sonrío sorprendido.
-No, claro que no...
Los dos jóvenes hablaron durante horas, descubrieron sus puntos en común, sus líneas divergentes. Sin querer se hicieron amigos. Samuel le enseño una foto de su familia, entre ellos se encontraba su hermano Roberto.
-Te vienes conmigo a coger el coche tengo música guapa en él. Le preguntó Samuel. Lo había aparcado lejos y quería acercarlo a la discoteca.
En el coche el chico sacó una botella de Wisky y dos vasitos, Marian no tomaba alcohol, aun así acepto la bebida. Aquellos primeros tragos arañaron su garganta, dilatando los poros de su rostro, sonrojaron sus mejillas, aturdieron su cabeza. Cerraron las ventanillas subieron el volumen, cantaron a pleno pulmón. Se hacía tarde, le pidió a Samuel que regresasen, El chico lanzó la botella al asiento de atrás y arrancó el coche. A esas horas ya no había trafico en aquella zona, empezó a correr más de lo debido. El coche se desplazaba bruscamente en las curvas, Marian se agarró con fuerza encerrada en un hermético silencio. Samuel aceleraba cada vez más, estaba fuera de sí. Una larga recta y al final, una curva cerrada y la arboleda...... piso a fondo dispuesto a estrellar el coche, en el último segundo frenó. Las ruedas del coche gritaron en la noche rasgando el asfalto. El coche se detuvo golpeándose en su parte trasera. Samuel, apoyó la cabeza en el volante.
-Por favor, perdoname...
Marian respiro hondo, posó su mano en el tenso hombro del chico.
-Vamonos de aquí.
En la discoteca, Marian se esforzó porque aquél chico se integrase con el resto del grupo, al final lo consiguió. Se despidieron con un secreto adiós que sellaron con sus miradas. Nunca contó lo sucedido. Nunca volvió a verle.
Apenas dos meses después se encontró con su amiga. Samuel ya no estaba entre ellos, perdió la batalla a la vida, abandono su lucha, en vez de hacer la cola, salto la valla, como rezaba una de las canciones que esa noche tararearon a pleno pulmón...
Pasaron los días, no conseguía librarse de su recuerdo, escribió sobre él, le escribió una poesía... SIN MIEDO.
Quiso visitar su tumba. Llegando a ella diviso la silueta de Roberto, vio como este lanzaba con rabia las flores pisoteándolas en el suelo mientras un porqué se ahogaba en su garganta. Cuando se sintió observado por la joven se marchó. Marian se acercó, recogió uno de los pétalos y lo guardo junto con la poesía.
Fue así como empezó a seguir los pasos de Roberto, fue así como entró a formar parte de la organización, esa fue la escusa para su amor.
Autor. Matilde Párraga, todos los derechos reservados.
Putney Bridge. Ramoncin